lunes, 31 de octubre de 2011

¿Truco o trato? ó ¿Castañas y huesitos de santo?

¿Qué día es hoy? ¡Ah, sí! Es 31 de octubre. Por tanto, mañana será el día de Todos los Santos o el día de Halloween, según se mire. Y digo ésto porque el otro día, mientras me disponía a hacer una de mis pocas labores favoritas de mi condición como ama de casa, cocinar, entró mi hijo de cinco años en la cocina para reafirmar una de sus muchas particulares afirmaciones: "Mami, ¿verdad que cuando los ingleses --dijo él-- celebran Halloween nosotros celebramos la Castañada (Fiesta típica de Cataluña, en donde vivo desde hace siete años, de esa noche)". "Claro cariño", le respondí haciéndole más caso a mi tortilla de patatas, sinceramente. "Y ¿verdad qué cuando ellos celebren la Castañada, nosotros celebraremos Halloween y le pondremos una vela a una calabaza?". Aquí fue donde me hizo cavilar.

A mi siempre me ha llamado la atención las costumbres populares y tradiciones de cada región, país, etcétera... Me di cuenta entonces que mi hijo está totalmente familiarizado con la noche de Halloween. Sabe que hay que disfrazarse de algo "terrorífico" o tallar una calabaza con una vela dentro o pedir caramelos bajo la disyuntiva "Truco o trato". Ya se encargan las tiendas de juguetes, los grandes almacenes o el mismísimo Port Aventura de "vendernos" una tradición que poco tiene que ver con la nuestra propia.

¿Y qué pasa con nuestras costumbres? Cuando yo era pequeña --de eso no hace tanto tiempo, ¡eh!-- en este día se abría oficialmente la veda de las castañas, los boniatos asados y esos huesitos de santo o panellets (en Cataluña) qué están tan ricos. Las madres de familias visitaban a sus fallecidos y engalanaban sus lápidas (que aunque parezca tétrico, también lo es para mi vestirse de esqueleto o ponerse una especie de casco con un hacha ensangrentanda e ir por las casas "dando la vara" para que te den caramelos) e incluso algunos iban al teatro para ver la representación de El Tenorio (por cierto, la última vez que fui tenía 12 años menos, al teatro Municipal de Utrera y tuvimos que salirnos en mitad del primer acto de la segunda parte porque perdíamos el tren de regreso a Sevilla. ¿Te acuerdas Marisa?).

Ya va quedando menos de todo eso, por no decir casi nada y va ganando fuerza la fiesta en la que los druidas irlandenses oraban a Samhaim, el "señor de la muerte", convirtiéndola en una "noche santa", de ahí su nombre "All Hallows' Eve". Pero yo, la sigo reivindicando... reivindico la nuestra...

Así que no. No hijo mío. No creo que cuando nosotros celebremos Halloween los americanos celebren la Castañada, ni que coman huesitos de santo, ni panellets, ni castañas ni boniatos y mucho menos que sepan quién fue Zorilla ni se disfracen de Doña Inés.

Eso sí, al menos espero que con el tiempo no nos vaya a dar por hacer festivo el 4 de Julio en detrimento del 12 de Octubre, efemérides en la que Cristóbal Colón descubrió América.

Un saludo a todos y hasta mañana. Me voy a dormir porque si no haré gala a otra costumbre --aunque muy mala costumbre-- y llegaré tarde a la boda de unos amigos... ¡Buenas noches y feliz víspera de Todos los Santos!

domingo, 30 de octubre de 2011

Princesa dormida

Hace unos días sonó mi móvil y si, era una llamada, no era ni un whatsapp, ni un mensaje, ni una notificación del facebook, a veces mi teléfono cumple su función, era la voz de mi amiga Patricia "necesitaba quedar". Ella tiene 29 años muy lejos quedan de mis 35, aunque parezca una tontería en 6 años a mi me ha dado tiempo a casarme y ser madre 2 veces, esa es la gran diferencia. 

Patricia me contó que quiere terminar con Marcos, su hombre amigo-casa-cama. Marcos era el hombre perfecto,(yo nunca he creído en los hombres ni en las mujeres perfectas, creo que cuando ante los demás aparentas ser así, abandonas otros aspectos y personas de tu vida), Marcos era el hombre-amigo perfecto, el hombre-casa perfecto, pero el hombre- cama nefasto, Patri esperaba un cambio, algo que nunca llegaba, seguramente Marcos no se habría dado ni cuenta, seguiría sumido en su mundo sexual de hombre perfecto, durante años el hombre ha sido el único que podía alardear de su pleno éxito sexual, ahora ha cambiado, simplemente es un doble juego, dar placer y recibir placer, pienso que un hombre es capaz de conocer la sexualidad de la mujer porque disponen de todas las características físicas para hacerlo, solo les falta información, ni todos los hombres son iguales, ni todas la mujeres, hay muchos hombres que aplican la misma receta para satisfacer a la mujer, la fórmula mágica.


Patri tenía que empezar a destrozar esas ilusiones, no existe la fórmula mágica, tenía que despertar asomarse a la ventana de su castillo, no esperar a ningún príncipe azul y salir ella sola con su caballo blanco, tenia que romper la rutina, la perfección, tenía que dejarse llevar; simplemente esperar a Marcos en casa, encender velas, crear un ambiente relajante y sensual, una buena cena, besarle en la boca y el resto del cuerpo, esquivando las zonas obvias, el no hacerlo genera expectación y anticipación, haciendo que el momento en que se toquen esas partes sean mucho más espectaculares los resultados que esperamos, también probaría recurrir a las fantasías sexuales son el salvavidas de muchas relaciones, por medio de las fantasías, podemos hacer todo lo que nos gusta, no hay límites y la imaginación y la creatividad se desbordan. Es un terreno donde nada está prohibido y todo puede ser posible, aunque a veces nos asuste. Es fundamental tener en cuenta que los pensamientos y figuraciones no son actos.

Patricia y yo estuvimos toda la tarde hablando, imaginando y riendo, todavía le quedan un par de años para que le pregunten ¿tu te casastes? ¿tienes niños?; Ahora decisión la tomaría ella, pero antes probaría, antes lo intentaría con Marcos, su última carta decía y por supuesto esa frustración con la que apareció esa tarde por la cafetería, no es mas que un bastón para apoyarse y a veces te ayuda a seguir cada uno su camino, el decir adiós, es simplemente cerrar y abrir una nueva etapa de nuestra vida, es seguir buscando la llave que entre en la cerradura,y que tanto hoy como ayer siempre siga siendo Patricia , porque lo más importante de todo y que nunca debemos obviar es que “la única protagonista de tu vida, eres tú”.

Son muchas las princesas que viven escondidas, en el fondo de un palacio o en lo alto de una torre. Están bien ocultas, algunas incluso han olvidado quiénes son. (Cuento Princesas olvidadas o desconocidas)

Kenthia

sábado, 29 de octubre de 2011

Hoy como ayer


Hoy como ayer, sigo siendo yo. Es una evidencia, pero para mí esta necesidad de reafirmación se convierte ahora más que nunca en una constante, cuando llegados los treinta y tantos hago balance de mi vida. Porque si alguien me hubiera dicho hace diez o quince años que a estas alturas mi prioridad no iba a ser yo, habría soltado una sonora carcajada.

Madre, esposa, ama de casa. Nada de esto entraba dentro de mis planes, y sin embargo, mírame ahora, no me cambiaría por nada del mundo. Nada de lo que tengo o vivo actualmente lo había planeado, o quizá sí... pero entonces no lo sabía.

Cuando miro atrás veo una persona en ocasiones distinta, en ocasiones muy parecida, porque me gusta pensar (y creo que es realmente cierto) que sigo siendo la misma. Con más años, diferentes preocupaciones, menos ambiciones pero muchas más satisfacciones. Diferente pero igual.

Una de las personas que más quiero en el mundo mundial me dio un consejo rozando el cambio de milenio que me he empeñado en seguir siempre (intento valorar si con éxito o no):

Como verás a partir de ahora los años empiezan a pasar de prisa, la pena es que no se repitan por eso vive a tope no desperdicies cualquier oportunidad de ser feliz. Plántale cara a la vida y no te hundas a la más mínima; sácale partido a todo pero siempre piensa antes de actuar, de forma que no tengas que arrepentirte nunca”.
  
A ella, que me conoce de toda la vida, dedico este post y los que vendrán; pero también a los que me conocen ahora y no antes, a los que me conocieron y ya no lo hacen, a los que me conocerán (e incluso a los que no lo harán). A todos ellos, les digo que, hoy como ayer, sigo siendo yo.

[When you gonna make up your mind
When you gonna love you as much as I do
When you gonna make up your mind
Cause things are gonna change so fast
All the white horses have gone ahead
I tell you that I'll always want you near
You say that things change my dear]
Extracto de Winter, de Tori Amos

viernes, 28 de octubre de 2011

Me entrego al vino porque el mundo me hizo así… ¡no puedo cambiar!

Me encanta esta canción de Los Rodríguez, y la tarareo cada vez que bebo una copa de vino.

No sé si a veces os habéis hecho la misma pregunta que yo: ¿Por qué a los 15 años detestas el vino y cuando pasas de los 30 matas por una copa? Venga, decidme, ¿a cuántos teenagers habéis visto descorchando una botella? Ahora que llevo varios años inmersa en el apasionante mundo de la enología (dios, parezco un anuncio de televisión) he encontrado la respuesta: el vino no es una bebida de juventud. Para apreciar un buen vino, hay que haber vivido un poco... Se necesita primero haber probado el éxito y el fracaso, el esfuerzo y los sueños, el amor y el desamor, para poder apreciar en su plenitud lo que significa una copa de vino.

Recuerdo con absoluta claridad el primer día que realmente disfruté una copa de vino. Era víctima del desamor. Sola en la barra de un lugar anónimo. Y el vino que probé me supo a especias y a mora, a café y a vainilla. Me supo a esperanza.

Lo realmente importante de todo esto es que aquel día perdí la pareja pero encontré algo con los que disfruto, me siento identificada, me ilusiona. Cuando los días son largos y duros pero sé que esa noche mi pareja y yo (sí, encontré otra ¡la mejor!) seguiremos el ritual de abrir una botella, dejarla oxigenar, coger dos copas y sentarnos en el sofá... sé que voy a abrir una ventana a los sentidos.

Descubrir una afición tarde tiene su contrapartida, y es que tengo mucha prisa. En España producimos el 15 por ciento del vino del mundo. Tenemos 600 variedades de uvas. Más de 60 denominaciones de origen. ¡¡¡Y unas 30.000 marcas de vino!!!! Por mucha prisa que me dé y a tres botellas a la semana, 150 al año, con suerte me dará tiempo de probar el 10 por ciento en las próximas dos décadas. Pero… ¿y que pasa con los italianos, los franceses, californianos, chilenos y australianos, entre otros? ¡necesito varias vidas!

Para terminar, hacedme un favor: no digáis nunca más “como el buen vino, mejoramos con los años”. Es mentira. El buen envejecimiento depende del tipo de uva, de la elaboración que haya tenido y del lugar del almacenamiento. Igual que el nuestro: depende de la genética que hayas heredado, de cuántos donuts hayas comido y de si te almacenas en un sofá o en un gimnasio. ¿Lo veis? El vino es como la vida misma.

martes, 25 de octubre de 2011

Sin llaves

Cuando pasas de los treinta y tantos a los treinta y muchos, estás rodeada de amigas que apenas han superado la treintena y de otras que ya han cruzado la barrera de los cuarenta. Esa edad en la que algunos psicólogos aseguran que empieza la segunda mitad de la vida y que, para muchas de nosotras, es el comienzo de un nuevo proyecto vital.

Una de  mis amigas, de las de cuarenta y tantos, que tiene el adorable don de arrancarte una carcajada cuando crees que sólo puedes escupir lágrimas porque te sientes como una pelusa a punto de ser engullida por esa aspiradora en la que a veces se convierte la realidad, en medio de un llanto colectivo, sentenció:  "...igual que guardamos nuestra ropa de embarazada XXL para después prestarla, podríamos ir metiendo en cajas los modelitos XXS de separada, por si nos toca a las demás..."

La carcajada llevó a la conclusión de que luchar por la felicidad requiere un desgaste físico y mental absolutamente necesario que, un día, se transforma en recompensa. Sin atreverme a comparar, sólo a plantear una metáfora, hay que someterse  a la "quimioterapia" del dolor, de la ansiedad, de la angustia, de la fuga de kilos, y enfrentarse a dar un vuelco a lo que habías diseñado como un proyecto vital inalterable para matar así el "cáncer" de la insatisfacción permanente que te brinda una vida gris. Hace poco escuché a un diputado que participó en la elaboración de la ley del divorcio decir que estábamos ante una norma hecha para los que creemos en el amor. Estoy de acuerdo.

Justo antes de someterte a su tratamiento, asumes el "cáncer", tomas la decisión: quieres vivir, no te vale con sobrevivir. Y ahí te ves, a las puertas del instante, pero sin llaves. Miras alrededor, tienes mucha ayuda, muchas pistas para encontrarlas: amigos, familia, terapeutas... y, millones de segundos después, te das cuenta de que el juego de llaves está hundido en el bolsillo de tu pantalón. Sólo hay que sacarlo e intentar insertar la llave en la cerradura, aunque no atines porque aún te tiemblan las manos; aunque tengas que intentarlo una y otra vez, como un borracho, por el vértigo y la náusea provocados, no por el alcohol, sino porque el terror al cambio y a hacer sufrir, te lo impiden. Pero la llave entra y detrás entras tú, estás en tu instante. En el de Erika, en el de su sofá, sola o acompañada, pero feliz, serena y capaz, después de muchas sesiones de "quimio", de volver a sentirte sana, fuerte, entusiasta, vital y, sobre todo, capaz de cerrar los ojos y volver a quedarte dormida en diez minutos. Como antes. Sin Orfidal.

Swift

viernes, 21 de octubre de 2011

¿...y tú te casaste?

Cuando te encuentras a un antiguo conocido y lo primero que le preguntas es "¿Y tú te casaste y tienes niños?" es que ya has pasado la treintena... Ayer me sorprendí haciéndole esta pregunta a un antiguo compañero de trabajo... y me sentí ¡muy mayor! El próximo domingo cumplo 34 años. Vale, ya he superado lo que vivió (hipotéticamente) Cristo, y es para alegrarse. Pero de repente, como una luz cegadora, me ha venido una reflexión: estoy igual de cerca de los 50 que de los 20. Y lo peor de todo: recuerdo los 20 años como si hubiese sido ayer… lo que quiere decir que seré una cincuentona antes de que me dé cuenta. 'Tempus fugit', 'carpediem'... todas esas cosas que nos decían y escribíamos en los cuadernos de colegialas porque estaban de moda ahora cobran todo el sentido.

¿Sabíais que hay una Asamblea Mundial del Envejecimiento? Se reúnen anualmente desde 1982, fecha en la que establecieron que una persona “joven” es aquella cuya edad oscila entre los 18 y los 34 años. Por los pelos… ¡me queda un año para ser joven!
Dicen que de los 30 a los 40 es cuando la mujer sufre más estrés –maternidad y trabajo- aunque también es cuando se siente mejor y más segura de sí misma. Es un decenio difícil. Tienes que ser consciente de que los años pasan por ti, de que tus prioridades han cambiado –y las tienes saltando en el sofá del salón con zapatos puestos- y de que es el momento de hacer aquello que siempre has querido y vas aplazando. Os diré: me voy a comprar una Vespa, voy a aprender por fin a bailar Tango, y ese viaje a Costa Rica que llevo aplazando tanto tiempo va a caer en las próximas vacaciones.

Por otro lado, no quiero ser un reflejo de la mujer de las revistas Cosmopolitan, Marie Claire, Elle o Telva, esas que son modernas, independientes, guapas, con éxito laboral y mucha vida social. Esas que llevan a los niños a la natación con tacones de aguja y carmín rojo porque necesitan sentirse estupendas y reconocidas como mujer diez en la treintena. Quiero, simplemente, ser feliz. Poder tumbarme en el sofá cada noche y pensar que me gusta quien soy y a quiénes tengo a mi lado. La edad no es un escalafón en el que medir tus logros, es un termómetro de la felicidad alcanzada.

No sé muchas cosas con 34 años pero sí quién quiero ser y con quién. Y teniendo eso claro… ¡¡que vengan los cumpleaños que sean!!

Erika