martes, 28 de febrero de 2012

Dime cómo hablas y te diré de donde eres

Hoy tenía previsto un post que por causas de la tecnología se ha caído. Anoche lo tenía casi listo pero "reventó" el ordenador –que pide un cambio a gritos- y lo perdí. Pero tampoco me ha importado demasiado porque he decidido aprovechar la conmemoración histórica del día: el referéndum del año 1980 que dio autonomía plena a la Comunidad Andaluza.

Sí. Hoy es fiesta en Andalucía. Reconozco que cuando vivía allí tampoco le daba suma importancia pero quizás padezca lo que yo denomino el síndrome nostálgico del desplazado que hace que ahora me acuerde más en esta fecha de mi tierra.

Vengo de una tierra, Andalucía, cargada de tópicos sobre la idiosincrasia de sus habitantes y vivo en otra Cataluña, que curiosamente también está llena de tipismos sobre la forma de ser de sus ciudadanos. Con lo cual, me paso la vida entera desmintiendo estereotipos. Aquí. Y allí.

Recuerdo una anécdota recién llegada a Barcelona con el entonces director de Europa Press en Cataluña. Una mañana me llama a su despacho para preguntarme por mi adaptación. De repente, me dice: “Pues Ana, para ser de Cádiz no me río mucho contigo”. Me sentó fatal. “Vaya por Dios. Es que soy periodista, no payasa” le contesté sonriendo. “De todas formas, gaditano no es sinónimo de gracioso. Hay de todo, como en botica”.”Ya, ya lo veo”, me respondió. Quise decirle que el gaditano no es chistoso, sino ocurrente. Mucho más ocurrente que su comentario. Pero bueno, tampoco le guardo rencor.

Eso sí, durante todo este tiempo me ha hecho pensar mucho en la imagen que de Despeñaperros para arriba se tiene de los andaluces, sobre todo, aquellos que no nos conocen y no conocen nuestra tierra.

Muchos ven en el andaluz una persona de “viva la Pepa”. La vida en Andalucía es continua fiesta y llevas un lastre encima si eres andaluz, especialmente gaditano: Por fuerza tienes que saber bailar sevillanas y contar chistes. Es lo primero que te dicen cuando te conocen. “¿Eres gaditana? Qué graciosa la gente de Cai”. Y la verdad, esta situación me crea presión. En estos casos, siempre pienso “Uff, como me hagan imitar a Chiquito me muero. A ver como cubro las expectativas creadas” porque, dicho sea de paso, soy una persona tímida y con un sentido del ridículo bastante elevado.

También es bastante habitual que me digan cuando conocen mi procedencia que no tengo acento andaluz. Pero sí, sí que lo tengo, y os aseguro que hago poco por cambiarlo porque me encanta. Lo que pasa es que a veces el acento se confunde con “hablar correcta o incorrectamente”. Ni ceceo ni seseo y soy una fanática de la corrección gramatical. Pero como buena andaluza hay fonemas que me cuesta pronunciar. Aunque sé que están ahí.

Sobre ésto también tengo una anécdota. En esta ocasión simpática y también en Europa Press. La primera vez que tuve que recoger una nota de prensa del “Fá”. Recuerdo la cara de mi compañera Elisabet cuando dije esta palabra: “Fá”. Hasta que pudo entender que estaba refiriéndose al aparato transmisor de textos y fotos por cable telefónico, vamos lo que viene siendo un FAX, pasó un ratillo. Eso me valió el mote de “la niña Fá”.

Pero a lo que iba, en demasiadas ocasiones, cuando ves la televisión o hablas con personas de otras comunidades autónomas, te das cuenta del concepto que llegan a tener de nosotros. No todo es chiste en Andalucía. No todo es ignorancia e incultura. También es cierto y molesto, el empeño que algunos andaluces ponen en hacer hincapié en este tópico. Graciosillos sin gracia que se encargan de tirar por la borda nuestra cultura. Yo les daba una “ajogailla”…

Sólo recordar que en Andalucía existe una riqueza lingüística abrumadora. Que en Andalucía nacieron los hermanos Machado, Rafael Alberti, José María Pemán, García Lorca, Góngora y un Premio Nobel de Literatura como Juan Ramón Jiménez. De la bética eran Manuel de Falla, Joaquín Turina o Camarón de la Isla. Picasso, Murillo o Velázquez. Andaluces son Sara Baras, Antonio Banderas, Carlos Herrera, Jesús Hermida, David Bisbal, Joaquín Sabina o Estrella Morente.

Y curiosamente andaluz era Antonio de Nebrija, pionero en la creación de una Gramática castellana allá por 1492. Por eso yo reto a algún político que osó meterse con el habla andaluza a que participe en Pasapalabras. A ver cuántas casillas en rojo deja en el Rosco.

En fin, un beso para todos: andaluces, catalanes, madrileños, vascos, gallegos, etcétera… porque como se dice “en la variedad está el gusto” y “que cada uno se exprese como quiera”. Hasta el próximo día amigos.

lunes, 27 de febrero de 2012

Mundo de luciérnagas

Hace unos años, una de mis niñas, Carlota, me preguntó que dónde estaba mi perro, Dago. Acababa de morir. Yo le dije que nadie lo sabía, que ningún ser vivo había vuelto de la muerte para contárselo a los demás, pero que había diferentes creencias respecto a qué hay después de la vida. “Algunos pensarán que está en el cielo, otros que se ha transformado en otro animalito, hay personas que creen que se ha ido al país de los perros… Tienes la suerte de poder elegir en qué creer”, le dije. Se quedó pensando unos minutos y sentenció: “Está en el país de los perros, allí estará mucho más contento”.

No le mentí, claro, pero tampoco le dije toda la verdad. No creo que tengamos la suerte de poder elegir. La fe no se elige. Se tiene o no se tiene. Me encantaría pensar que después del tránsito vital hay un cielo esperándome y no palazos de arena sobre mi cuerpo inerte. Lo mismo que antes de nacer. Nada. Sin embargo, esa noche mi duermevela estuvo acompañado de un extraño pensamiento sobre el país de las luciérnagas, por eso del país de los perros, imagino. Y porque a la pregunta de “¿Tú crees en Dios, mamá?”, respondí: “Yo no, mi vida, pero sí en las personas”.

Me sumergí en el sueño pensando que hay dos tipos de personas: las luciérnagas y las moscas. Las primeras tienen una luz inherente que, aunque apagadas por dentro en ciertas circunstancias, brillan ante los demás. Esa luz las hace reconocibles para los de su especie y se alimenta de la energía producida por los valores que considero fundamentales en el ser humano y de uno de ellos especialmente: la empatía. Las moscas, son oscuras, no refulgen, no aportan nada y, si lo hacen, nada bueno al resto. Las activas, molestan o te joden la vida; las pasivas, son un cero a la izquierda.

Cada día soy más consciente del excesivo número de moscas que hay en la vida, demasiadas… Pero, tanto en las peores circunstancias como en las mejores, me siento una privilegiada por estar rodeada de luciérnagas que me hacen sentir cómoda, arropada y mucho más feliz que desgraciada en este mundo, en el de los vivos, ya que no espero nada del otro. Aunque, ojalá tenga razón una de las luciérnagas reina de mi vida y esté completamente equivocada.

(Para Eva, y un regalo para vuestros oídos y los suyos: Zorro veloz, de El Último de la Fila, "...aquellas sensaciones son recuerdos de anteriores vidas...").

sábado, 25 de febrero de 2012

Retrovisor

Llevo días, semanas, sin el espejo retrovisor interior del coche. Al principio, lo eché de menos una barbaridad. Cuando conduzco necesito controlar todos los frentes. Y ahora,  ¿cómo iba a mirar lo que me venía por detrás, o lo que iba dejando atrás?

Anoche, días, semanas después de que me encontrara el espejo colgando de un hilo de cola tras el intento fallido de mi santo por arreglarlo, reflexionaba sobre la metáfora de la vida que para mí ha supuesto la mera anécdota del retrovisor.

Durante mucho tiempo he vivido empeñada en mirar atrás. Me cuesta mucho soltar amarras incluso cuando han sido cosas o personas que han supuesto un lastre en mi vida, siempre me ha costado cerrar etapas. Y sin embargo, con los años me he dado cuenta de que no se puede vivir la vida aferrada al pasado y mirando constantemente atrás. Sí, las cosas pasan –para bien o para mal- y te aportan experiencias –mejores o peores-; y precisamente para eso están los retrovisores laterales. Para tenerlos en cuenta, pero sólo de  reojo, porque si pasas más tiempo del necesario, ¿qué es lo que te pasa? Pues que, al final, te chocas.

Sé con certeza que aún pasará tiempo antes de que arreglemos el retrovisor de mi coche. Pero cuando lo haga, prometo guardar la vista al frente, mirando de reojo aquello que fui, aquello que aún soy, pero con la mirada en el horizonte de lo bueno o malo que quede por venir.


^[He decidido que no te quiero ver
estoy cansado de oírte protestar, adelante,
chilla cuanto puedas, eso no me va a impresionar,
 estoy ascostumbrado ya, de Punk (Los Planetas)]

viernes, 24 de febrero de 2012

Maniáticos

En mayor o menor grado, todos somos maniáticos en nuestras vidas. Con la realización de esos actos, mezcla de rutina y superstición, nos sentimos más seguros, más responsables de lo que vivimos. Yo, lo reconozco, soy maniática.

Están las manías antológicas-universales, como cerrar la puerta del armario antes de dormir o levantarse con el pie derecho de la cama, por ejemplo. En realidad hay tanta gente practicando esa manía que más bien es un deporte. Luego, están las manías estilo 'mejor-imposible', como caminar sin pisar las líneas de los adoquines o lavarse repetitivamente las manos... que indican un poco menos de salud mental. De hecho, pueden indicar esquizofrenias y trastornos obsesivos-compulsivos. También hay manías artiméticas. Sí, como leéis: son manías relacionadas con los números. El gran inventor Nikola Tesla (uno de los padres de la electricidad) sufría desorden numérico obsesivo-compulsivo o aritmomanía. En concreto, buscaba permanentemente en su vida cotidiana números divisibles por 3, por ejemplo a la hora de elegir habitación en un hotel prefería un número como el 207, múltiplo de 3. Además, pedía exactamente 18 toallas limpias cada día. Y si salía a dar un paseo, daba siempre 3 vueltas a la manzana. En otro nivel, hay manías históricas. Es muy conocido, por ejemplo, que Adolf Hitler caminaba siempre dentro de su despacho en diagonal silbando la misma ópera de Wagner. Lejos de ahí, luego están esas manías personalizadas, que nos caracterizan, y de las que por mucho que quieras no puedes desprenderte. A mí por ejemplo, no me veréis nunca comenzar a leer un periódico por la primera página... me gusta hacerlo por la última, siendo así la pesadilla de los publicistas. Además, por mucho que lo he intentado, cuando escribo un sms tengo que hacerlo con todas las letras, en un castellano perfecto, sin abreviaturas ni símbolos. Tengo que acabar todas las comidas con algo dulce, odio que la televisión y la radio estén sonando al mismo tiempo, y siempre comienzo la compra en el supermercado por la zona de los yogures. Siempre que hago por teléfono tengo que tener un bolígrafo en la mano y escribir. Es imposible que cambie estas rutimanías. 

Nosotros mismos somos felices con nuestras manías... el problema llega a la hora de aguantar las de otros ¿verdad? Pues bien, mi marido tiene una de esas manías comunes, la de que siempre hace temblar una pierna cuando está sentado. También detesta que nadie le toque cuando está comiendo, y que haga ruido con los cubiertos en el plato. Creedme... es cuestión de vida o muerte cumplir estas dos últimas reglas domésticas. Tengo otra amiga cuya manía es la impuntualidad. Dice que no soporta llegar a tiempo a los sitios. Y un conocido que debe comprobar siempre varias veces si cierra o no el coche. ¡Es insoportable!

Pero las manías transmiten ternura. Nos hacen humanos, nos caracterizan...y allí vamos siempre con ellas... ¡ponga quien se ponga por delante!

http://www.youtube.com/watch?v=m9Dwv5-0qXU

viernes, 17 de febrero de 2012

Sala de espera


A las cinco de la tarde pueden pasar muchas cosas. Hay gente tomando café, gente aprendiendo a bailar, gente haciendo el amor y gente que acaba de morir. Puede que haya gente que acaba de desenamorarse, otros que están aprendiendo a montar en bici, otros que acaban de ser mentidos. A las cinco de la tarde, hay mucha gente haciendo muchas cosas distintas. Hoy voy a hablar de algunas personas que todos los días, a esa hora, se dan cita en el mismo lugar. Son padres y niños que tienen algo en común: una larga espera.

Estrella tiene cuatro años y desde hace seis meses está aprendiendo a vivir una mala pasada que le ha jugado la genética: tiene una enfermedad rara ocasionada por la masa blanca del cerebro. Sólo hay diagnosticados dos casos en España. Antes caminaba, era una niña normal, ahora está en una silla de ruedas. Javi tiene siete años y siempre habla de su amigo Cristian. Su gran amigo. Lo que más le gusta del mundo es el musical de El rey León. Sus padres fueron a Madrid para que lo viese. Javi siempre sonríe, tiene un corazón alegre. Aunque no pueda caminar y a duras penas mantenerse erguido. Gema tiene una hermana gemela, que casi siempre la acompaña. Son iguales, pero son distintas. Gema sabe que ella tendrá que luchar y esforzarse más para conseguir lo que desea. Irene es muy especial. A veces llora, no llega a acostumbrarse a llevar escayolas en los pies y a que le manoseen las piernecitas cada día. A Camino la adoptaron sus padres de Ecuador. Estaba en un orfanato y su enfermedad hacía que su futuro fuera incierto. Suerte que ellos la rescataron de la torre de marfil… y tristeza. Noe casi siempre llega dormida… su madre lucha por que en el colegio tenga la atención que merece. El destino se cebó dos veces con ella: además de su problema motor, Noe es ciega. Y Tomás siempre llega con su bolsita de merienda, sonriente, a veces hastiado, pero convencido de que tiene que ir cada tarde a “la gimnasia”.

En esa sala de espera, mientras ellos luchan contra sus músculos agarrotados y su inercia a caer al suelo, los padres se sinceran, confiesan sus miedos, ahogan su tristeza. A veces hay lágrimas, pero siempre hay lucha. Esa sala de espera es la metáfora de sus vidas: viven soñando que algún día sus hijos tengan una vida feliz, plena. En una admirable lección de valentía. Mientras llega, los verás allí, cada tarde, a las cinco en punto.

jueves, 16 de febrero de 2012

Historias humanas

Espero que nadie me tache de xenófoba, pero participo muchas veces en esas conversaciones en las que se concluye que es mejor procurar no comprar en las tiendas de chinos, que tienen precios y horarios desleales con la competencia, que se han estado cargando el comercio local y que, de ser verdad lo que se dice, no pagan impuestos, "chanchullean" con hacienda y no contribuyen al crecimiento de nuestro país, sino al del suyo, en el que encima gobierna un régimen que no respeta los derechos humanos, ni las mínimas normas medioambientales, sino una industrialización y un capitalismo aún más salvaje y despiadado que el nuestro.

Así que he procurado desde hace un tiempo no comprar demasiado en sus negocios. No puedo evitar hacerlo de vez en cuando, porque son cómodos, en un mismo lugar tienes de todo, están abiertos casi a todas horas y, sobre todo, son muy baratos, la calidad en ciertos momentos te da igual.

Y he contribuido con mis palabras en muchas reuniones a fomentar esa imagen que tenemos de ellos como huraños, raros, explotados y eplotadores de los suyos, desleales... Hay una carga de prejuicios en nuestra percepción de cada cultura. Nos suele resultar más simpático un africano que vende pañuelos en los semáforos que un chino o un rumano, busquemos razones objetivas que lo justifiquen si queréis, pero en el fondo no las hay sin conocerlos como personas a ninguno.

Bueno, como os decía, evito comprar en tiendas chinas. Excepto en la de abajo de mi casa. Supongo en el fondo que es porque se dedica a la ropa y tiene "varias cosas muy monas", y me lo he estado justificando a mí misma diciéndome que "los de abajo son diferentes, tienen un trato muy simpático y hacen por integrarse, porque el niño está siempre jugando en la calle con otros niños españoles de mi barrio".

Y ayer fue una de esas tardes que entré a curiosear si había algún trapo "mono" y barato en el que meter mi "bombo", que ya no me cabe en la ropa que tengo. Yo estaba curioseando percheros y en el mostrador el matrimonio intentaba junto con el niño sacar adelante los deberes que le habían puesto en el "cole". Supongo que, porque ya me conocen de verme allí, la madre me pidió ayuda, y me puse con el nene. He de deciros que habla español perfectamente, como un sevillano, pero claro, estaba con un ejercicio de lengua sobre diéresis, y que conozca palabras como lengüeta o piragüista era mucho pedir. Le ayudé gustosamente y he de decir que me resultó muy gratificante y enternecedor. Su madre me contó que llegaron aquí cuando el niño tenía 3 años y medio. También tienen un bebé. Y observé que junto a sus deberes en español, el niño tenía un libro de chino, prueba evidente de que no quieren que deje de practicar su lengua, de leerla y escribirla. Y luego el inglés...

Al terminar, le pregunté su nombre y me contestó que se llamaba Pepe, lo hace para integrarse, para ponérnoslo fácil a los españoles, aunque luego se atrevió a escribirme su nombre real, Tian Yang, seguramente feliz de que alguien se interesara por sus orígenes y por su verdadera identidad.
Me quedé reflexionando por la noche sobre comercio, crisis, emigración y prejuicios... Me sigue dando coraje que cierren las tiendas de "aquí", pero cuántas historias de superación hay detrás de quien no miramos sin las gafas del estereotipo...

PD: Por cierto, hablando de inmigración, hace dos domingos estuve en el mercadillo de Alcosa y vi a varios africanos al servicio de gitanos en sus puestos, estaban a sus órdenes reogiendo , montando, guardando mercancías en los camiones, no sé pero fue una imagen que me llamó la atención.

martes, 14 de febrero de 2012

Las mil y una noches de Ana Morón

Aunque ya he pasado más de la mitad de mi vida en Sevilla, sigo considerándome sanluqueña. Digamos que soy en un sesenta por ciento, desembocadura y en un cuarenta, río. Sin embargo, no me gustan ni El Rocío, ni los carnavales y, aunque me encanta la Feria, soy más sosa que una danesa cuando me da por bailar una rumba o una sevillana. Creo que los genes de mis abuelos, de Guadalajara, mi ascendencia castellana, han predominado sobre mis raíces y desarrollo vital gaditano-hispalenses.

Pero sí, hay multitud de cosas que me apasionan del sur. Muchas. Entre ellas, los trajes de gitana. Y nunca me he sentido más favorecida y más a gusto que dentro de una creación de Ana Morón, una diseñadora sevillana que impregna sus modelos de una elegancia, magia y sensualidad inusuales. Esculpe cuerpos con telas de ensueño, moldea cinturas con un estilo único y dibuja las espaldas flamencas con una clase, repleta de sensualidad, difícil de igualar.

Después de Juegos de niñas (2008), De Grecia a Sevilla (2009), Origami (2010), y Nenúfares (2011), en 2012, se ha subido por primera vez a la pasarela del Salón Internacional de la Moda Flamenca (SIMOF) con su colección Las mil y una noches, un refrescante baño de volantes, colores, tejidos, talles cincelados, obras de arte que mantienen un elevado nivel de belleza desde cualquier perspectiva: de frente, de perfil, de espaldas. Perfecta combinación de exotismo y elegancia; innovación y tradición; sensualidad y clase.

Os animo a todas a que os paséis por su estudio, en Umbrete, a ver su colección de cerca y, sobre todo, a vestir vuestra piel por sus creaciones unos minutos y poneros frente a su espejo. Irresistibles.

Enhorabuena, Ana.

Os dejo su página web y una rumbita sanluqueña, de Salmarina, para que os vayáis ambientando.

http://www.anamoron.com/
http://www.youtube.com/watch?v=DRDA-j-nZyQ

lunes, 13 de febrero de 2012

La autenticidad tiene nombre de madre

No me gustan los mensajes en cadena. En pocas ocasiones me sumo a ellos, debe de tocarme mucho la vena sensible pero ayer me llegó uno que me hizo pensar un buen rato. Me lo envió una amiga por Whatsapp y hablaba sobre la figura de las madres. Eva, lo siento, me encantó pero no se lo reenvié a nadie. Simplemente lo leí, que ya es un avance porque a veces ni los leo.

Me fui de casa con casi 18 años a Sevilla para estudiar. Nada, unos 120 kilómetros de casa. Pero con esa edad, ya se sabe. Me iba a comer el mundo. Pasaban las semanas y casi no iba a San Fernando. Cuando con 25 volví a Cádiz para trabajar se me hizo cuesta arriba. Vivir durante 7 años sola y de repente regresar al lecho materno era lo más parecido a recibir un jarro de agua fría. Pero he de reconocer que me acostumbré rápido. Tampoco era tan malo re-vivir con papá y mamá.

Ya a los 27 decidí emprender una nueva vida con mi pareja, el que ahora es mi marido y padre de mi hijo. Estaba ilusionada, sólo un pequeño detalle me asustaba: Vivir en Barcelona, a un cero más de distancia de cuando vivía en Sevilla. Soy una persona con facilidad para adaptarme a las circunstancias y a las personas pero nunca pensé que ya a los treintaytantos iba a echar tanto de menos a los míos. A mi madre, especialmente. 
 (Aprovecho para agradecer a las compañías telefónicas el gran invento de las tarifas ADSL que me permite hablar con ella horas y horas por el mismo precio).

Ahora daría lo que no tengo por estar siquiera a 120 kilómetros de mi madre. Compartir con ella un café, que a los 18 me parecía casi una aberración. Charlar sobre la vida. Ver cómo deja que mi hijo salte en el sofá y cuando le regaño me desautorice inconscientemente diciéndome que son cosas de niño. Es entonces cuando pienso ¿y por qué no pensabas eso mismo cuando lo hacía yo con cinco años? O incluso discutir con ella porque no le parece bien cómo he puesto la lavadora. Ahora la echo mucho más de menos que nunca.

Cuando ayer leía el mensaje en cadena del que os hablé al introducir este tema, pensé en ella y se me saltaron las lágrimas porque ha hecho, hace y hará por mí todo lo que esté en sus manos y yo me siento en deuda con ella. Llegué a la conclusión de que los hijos somos desagradecidos. Nunca devolveremos a nuestros padres todo lo que han sacrificado por nosotros. Y eso, en ese momento me angustió. Entonces miré a mi hijo que estaba con fiebre. Lo besé y encontré la solución a mi preocupación. Quizás, la mejor forma de poder agradecer a mis padres sus esfuerzos sea sacrificándome por mi propio hijo. Hacer por él lo mismo que ellos han hecho por mí.

Hoy a lo mejor os parezco un poco ñoña, pero me he levantado nostálgica y con un poco de mamitis (no sólo los niños van a tener derecho a ello, ¿no?). Os deseo un feliz lunes. Y me gustaría pediros un favor. No os acostéis hoy sin decir a vuestra madre cuánto la queréis. Si la tenéis cerca, visitadla. Si la tenéis lejos, telefoneadla. Y si por desgraciadas circunstancias de la vida no podéis contactar con ella, decídselo con el corazón porque una madre es de las POCAS COSAS AUTENTICAS QUE TENEMOS EN LA VIDA.
 
PD: Papá, no te pongas celoso que también te dedicaré a ti otro post porque evidentemente también te lo mereces.

domingo, 12 de febrero de 2012

Levantad la mano!!!!

Levantad la mano todas aquellas mujeres que todos los días, en la ducha o cuando se cambian de ropa, se autoexploran…
No, no es un post sobre sexualidad, os estoy hablando de una autoexploración mamaria, cuántas de vosotras lo hacen cada día….
Qué pocas…..
Mi pregunta ahora es ¿Por qué?......Por pereza, porque no os acordáis, porque eres joven, porque a nadie de mi familia le ha pasado, etc
Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii error.
Es un pensamiento habitual en esta sociedad vertiginosa que vivimos, el no dedicarnos esos 5 minutos nos pueden prevenir e incluso salvar de esa enfermedad, sí, esa que cada vez se acerca más a nosotras, antes sólo le pasaba a la conocida de una conocida, después a la madre de tu amiga, después a tu amiga y después a tu madre……
Ahora volved a levantad la mano las que habéis conocido a alguien con cáncer de mama.
Uffff cuántas……..
Cuando te dan la noticia de que es un cáncer, la persona tiene que empezar a subir una cuesta con mucho peso en su mochila, una mochila llena de muchas preguntas, emociones y sentimientos contradictorios y desconocidos, de repente emerge en ti una fuerza interior y te agarras a ella y confías en que es la única que te puede salvar.
En ese camino que se empieza a recorrer, tu vida da un giro radical. Vas a sitios, revisiones, analíticas, miles de médicos… todo nuevo para ti. Un paréntesis en tu vida que no sabes cuánto puede durar, así que lo único que te queda es poner tu vida en sus manos.
Te das cuenta que cuando empiezas a subir hay una serie de personas que te empujan hacia la meta, son las que te ayudan a llevar esa mochila cuando la cuesta es muy inclinada, las que te quitan las piedras del camino, esas personas son tu familia y siempre están acompañándote con su mejor sonrisa, sus besos, un apretón de manos, personas que tienen quizá el papel o la papeleta más difícil.
Entonces empieza el juego de disfraces: Ocultas llantos por sonrisas, incertidumbre por tranquilidad y el miedo por valentía.
Así me sentí yo hace años y por eso la admiro, mi madre nunca dejó que nos hundiéramos, nos demostró una fuerza sobrehumana, sus días eran felices, imagino que sus noches eran amargas……. cuántas lágrimas no vimos.
Las bromas sobre su nuevo aspecto, la importancia que le quitamos al hecho de tener un solo pecho, todo maquillado “total si son dos hay otro de repuesto” Que ironía y macabro cuando te han “mutilado” te han arrancado tu feminidad, cuando tienes que ducharte, vestirte, ir a la playa, sin dejar de mirarte al espejo, cuando tienes que empezar a aceptarte con tu nueva imagen y no dejar que la autoestima te lleve a un pozo de depresión y cuando tu marido te ve por primera vez desnuda…..
No es ganar sólo la guerra al cáncer, es ganar todas las batallas que la vida te plantea día a día, aceptarte tal y como eres, superar muchos miedos…….
Por eso ella se merece que la recompense y lo hago autoexplorándome, lo que me dijo su oncólogo hace años, desde los 35 años un año ecografía mamaria y otro mamografía hasta los 40 que ya serán continuas, entre otras cosas porque el de ella no fue palpable, mi madre ha sembrado en mi tanto coraje que no me da miedo, se que si algún día me pasa, me miraré en su espejo y saldré adelante como lo ha hecho ella y la seguiré teniendo a mi lado y a mi familia y amigos para cargar esa mochila a mi espalda y comenzar a subir esa cuesta, con todos empujando.
Sin embargo, todavía hay muchas guerreras que están empezando, otras están a medio camino y muchas otras están en el cielo… así que por todas ellas "UNIDOS CONTRA EL CÁNCER"

¿El autoexámen mamario es realmente útil  La autoexploración mamaria mensual ha sido una constante en los programas de prevención del cáncer de mama; sin embargo ha ido perdiendo importancia con el acceso de la mujer a los controles ginecológicos y mamarios periódicos y a los programas de detección temprana. Hoy es exigible el diagnóstico de cánceres de mama no palpables y eso solamente se consigue con un estudio instrumental de calidad. En las campañas de prevención, estos casos ocupan ya cerca del 40% de los diagnósticos; la mayoría de las veces se trata de tumores aun no invasores, con curaciones en cerca del 100% de las ocasiones.
A partir de los 35 años, la mujer debe comenzar a realizar anualmente sus controles mamarios. Es a esta edad, aunque algunos piensan que es preferible a los 40 años, cuando debe efectuarse el primer estudio mamográfico, que servirá de base comparativa con los siguientes controles.


Ahora levantad la mano las que vais a autoexploraros .

Bien!!!!

viernes, 10 de febrero de 2012

La gran contradicción


Soy una mujer llena de contradicciones en las pequeñas cosas.  Comienzo el día desayunando fruta porque quiero cuidarme, lo acabo con un plato de macarrones gratinados. Odio la superficialidad, pero leo revistas como Voque, Elle o Cosmopolitan. Me gusta la música relativamente tranquila, pero escucho Rock FM en el coche. Y me encanta la lluvia, pero detesto mojarme.
No me preocupa en exceso, porque sé que casi todo el mundo es así y hoy en día la coherencia es una valor en peligro de extinción. Cuando sí me preocupa es cuando cruzo la línea de la contradicción peligrosa: no ser coherente en las grandes cosas. Y hay una, la gran contradicción de mi vida, que está ahí y me persigue adonde me dirija: soy periodista, experta en comunicación, con un máster y varios cursos, incluso he ganado algún premio literario… y no sé comunicarme en mi vida personal. Puedo escribir una nota de prensa de lo más estrambótico, un discurso al líder más tirano, un guión televisivo sobre neurociencia, un slogan publicitario a una marca de tabaco, si me pongo. Pero pregúntame cómo me siento… que de repente las letras del abecedario se amotinan, la gramática tirita, la semántica huye despavorida y la comunicación no verbal se rebela. 
Lo reconozco, me cuesta mucho transmitir lo que pienso y siento con claridad. La cuestión es que no me considero tímida ni introvertida, ni mucho menos, aunque mis amigas me echen en cara –y con razón- que nunca acudo a su ayuda cuando algo me inquieta o me preocupa. Más que hermética, soy torpe a la hora de expresarme. Hasta tal punto que me he encontrado en más de una situación difícil por malos entendidos (yo los llamaría mejor malos explicados). Cuántas cosas no dije, cuántas dije sin sentirlas por despecho, cuántas debí decir y no lo hice. Y cuántas dije y no debí decir…. Y, lo más sorprendente de esto es que nunca sabré las consecuencias de estas torpezas… incluso puede que mi vida hubiese sido otra…
A veces recurro a escribir cosas, porque tengo más atino, como ahora, y darle a mi interlocutor el texto escrito. En otras ocasiones, cuando tengo que decir algo importante, me escribo un guión antes y lo memorizo. Ya veis… a veces mostrarme  a los demás para mí es como hacer un cubo de Rubik con los ojos cerrados.
¿Qué me ha salvado de esta encrucijada en ocasiones? Pues que, al mirarme, creo soy absolutamente transparente, sin añadiduras ni vestiduras. Si sabes leerlo, comprendes qué siento y qué quiero decir…. aunque mi boca y mis gestos digan lo contrario.
He leído en algún sitio que las contradicciones de la vida sirven para romper el orgullo mental. Para darnos cuenta de lo vulnerables que somos. Para no engañarnos con lo que imaginamos que somos, que tenemos, que hacemos, que queremos. Y ésta que os he presentado, señoras y señores, es la mía, mi gran contradicción. 
 

lunes, 6 de febrero de 2012

Volveremos a ser bajitos




En ocasiones soy muy escéptica, lo reconozco. Pero es que hay cosas que por mucho que quiera no puedo tragármelas. Como profesional siempre me ha encantado que llegara a la redacción un informe de esos con números que situaban a un porcentaje de la población en un determinado rol, estatus, situación, etcétera. La verdad es que en Europa Press me salvaba muchos fines de semana. Pero algunos de estos informes publicados son, desde mi punto de vista y con todos mis respetos, rotundamente absurdos.


Sin ir más lejos, el otro día ojeando la prensa leí en La Vanguardia un estudio alemán que de acuerdo con sus conclusiones, situaba a los niños cuyo padre o madre está en el desempleo alrededor de 1,5 centímetros más bajos que sus compañeros. No pude evitar sonreír. Ahora resulta que si me da por engendrar un hijo será más bajito que el otro, no por genética, sino porque hace dos años que no trabajo.

El estudio considera, además, que ello no es producto de una nutrición deficiente, sino más bien a la situación de estrés o frustración que provoca el desempleo en el entorno familiar. Y yo todo el santo día preocupada porque mi hijo coma en condiciones y resulta que lo determinante para que sea un centímetro o dos más alto es la situación laboral en la que yo me encontraba durante su embarazo.

Siempre he creído que existía una serie de factores que influían en el ritmo de crecimiento de las personas. La primera de ellas, y quizás creía yo la más importante, la herencia genética. Luego, la alimentación, el sueño o las enfermedades que puedan contraer en sus primeros años de vida. Pero ahora llegan los alemanes y encargan un estudio que echa por tierra, gran parte de estas teorías.

Pues ya lo tengo claro. Con la que está cayendo desde hace unos años y en base a este GRANDILOCUENTE estudio, en España dentro de 20 nuestra población podría tener como media una altura no superior al metro sesenta en el caso de los varones y al metro cincuenta en el caso de las mujeres. ¡Qué barbaridad!

Lo siento, pero a veces soy de dedo en la llaga. Y no doy crédito que se pueda destinar dinero a este tipo de informes chorras que aportan realmente tan poco, en lugar de destinarlo a otro tipo de investigaciones más interesantes.
Pero que las cifras no nos alarmen. Gasol, tú tranquilo, que si te echan de los Lakers y te mandan para Sant Boi, un centímetro y medio en uno de tus vástagos tampoco se notará tanto. Los demás, los de estatura media, pues nada, yo auguro que volveremos a la estatura media de la época landista, si es que ya lo digo yo, la vida es cíclica, todo vuelve. Igual así se rodará la segunda parte de “Vente a Alemania Pepe”.

Por cierto, mañana tengo mi primera entrevista con una orientadora laboral. Ya le he dicho a Jose que para encargar el segundo esperemos a que mi trabajo con esta profesional dé sus frutos, vaya a ser que el día de mañana un hijo mío pueda echarme en cara que por mi “culpa” le tocó ser un centímetro y medio más bajito que su hermano.
Bueno, yo sólo espero que hayáis tenido un lunes muy GRANDE. Un besazo y hasta el próximo.

May

viernes, 3 de febrero de 2012

Soy una segundona

El otro día una persona a la que quiero mucho me dijo que siempre había tenido claro que en su vida siempre fue y seguiría siendo un segundón. Me lo dijo con la mirada clara, convencido y orgulloso de lo que decía, despojado de todo tipo de vanidad. Durante los siguientes minutos estuve pensando en ello. A esa persona no le falta en absoluto talento, ni carisma, ni brillantez. Si se lo propone, puede ser el mejor en muchísimas cosas. Pero lo tiene muy claro y por eso le admiro: no quiere cruzar esa frágil línea que separa a quienes son capaces  y se conforman con saberlo ellos… y a quienes no lo son tanto (o sí) pero necesitan subirse al podio, los aplausos y los titulares.

Cada cual elige el papel que quiere interpretar en su vida. Y yo también elegí ser una segundona. Y lo hice por dos motivos. Una de las frases que más digo es que en esta vida no se puede tener de todo. Siempre hay que renunciar a algo. Si decides el camino del alto reconocimiento social, el triunfo laboral…. irremediablemente dejas en la cuneta de la carretera de tu vida otras cosas. Y no me refiero sólo a tu tiempo libre, a los momentos reales de felicidad con los tuyos. Me refiero a algo más sibilino pero igualmente importante: tu humildad.

Conozco a demasiada gente que busca constantemente el reconocimiento de los demás. Que de tanto buscar el éxito se han perdido a sí mismos. Gente que me da tristeza, porque son capaces de pisotear cien cabezas para ponerse los primeros de la fila. No lo estoy criticando, simplemente no entiendo ni comparto esa filosofía de vida. Yo no estoy hecha de ese cuero. Lo grito ahora: ¡¡soy una segundona!! Aparte de trabajar en algo que me gusta, hacer feliz a mi familia, poder gastar mi tiempo en cosas que me divierten… no tengo otras ambiciones. Me bajé del autobús de la vanidad cuando me cercioré de que me estaba alejando varias millas de la felicidad.

Esa persona que me dijo que era un gran segundón es un maestro brillante, un excelente músico, un magnífico padre y marido, un amigo generoso y una mejor persona. Y, además, no necesita condecoraciones, fuegos artificiales ni multitudes que coreen su nombre. Sólo tener la certeza, cuando se va a dormir por la noche, de que se siente bien interpretando el papel secundario de esta película.  

Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande” (Rabindranath Tagore)
 Los más generosos acostumbran a ser los más humildes” (René Descartes)
“Cuando no hay humildad, las personas se degradan” (Agatha Christie)
“La verdadera humildad consiste en estar satisfecho” (Henry Frédéric Amiel)
No nos creamos necesarios” (Don Bosco)

jueves, 2 de febrero de 2012

Una duda

Mmmm... Hoy más que aportaros de mi cosecha, voy a plantearos una duda que tengo sobre un tema de actualidad. No pretendo entrar en un debate político ni moral, pero a ver si alguien me lo explica.
Se trata de la modificación sobre la ley del aborto y lo de retirar que las menores puedan abortar sin consentimiento paterno. No entro en si me parece bien o mal, en serio. Nada de valoraciones morales. Lo que no entiendo es el argumento que he leído y oído estos días en varios sitios: "esta modificación aumentará el número de abortos". Lo dicen las asociaciones de mujeres. Que no lo entiendo, de verdad. A ver, yo comprendo que si no hay una ley del aborto se multiplican los abortos clandestinos, mal hechos, mafias etc, es decir, se aumentan las prácticas ilegales pero no el número total de abortos, la calidad, no la cantidad. ¿Pero qué tiene que ver el permiso paterno con la cantidad? ¿Me están diciendo que si las niñas tienen que pedirle permiso a sus padres abortarán más que si no tienen que pedirlo? ¿¿¿¿???? ¿O no se han explicado bien, y lo que quieren decir es que habrá más abortos clandestinos? Será eso, ¿no? Que alguien que lo haya entendido me lo aclare.
Ufff la verdad es que yo tengo mi propia ética, pero en este tema qué difícil es tener una opinión, no creo que nadie tenga la verdad absoluta. Tiene que ser horrible tener menos de 16 años y enfrentarte a una decisión así, que no debe ser nada fácil, con o sin conocimiento de los padres. Ahora que voy a tener una hija creo que a mí me gustaría saberlo, pero sobre todo, me gustaría que ella nunca se viera en esa situacion. Pero, claro, nadie puede garantizarte que eso no se va a producir. Por eso, llego a una conclusión, por supuesto que hay que legislar, pero que no se olvide ampliar la formación y la información, tanto a las instituciones como a nosotros los padres. Con o sin consetimiento paterno, lo mejor es que una adolescente no tenga que enfrentarse a algo así pudiendo haberse evitado fácilmente en la mayoría de los casos con un simple método de anticoncepción.