El único terror infantil que recuerdo tomaba forma
de túnel sin salida en mi imaginación. Una interminable suma de noches, de
duermevelas, tuve la angustiosa sensación de estar en un camino que un día no
iba a poder seguir recorriendo porque el vacío, tan inmenso como el frío polar
que se instalaba entonces en mi estómago, lo interrumpía drásticamente y sin
remedio. La certeza de la muerte me aterraba. Reflexionaba a menudo sobre la
crueldad de lo inevitable de fallecer siendo consciente de ello. Envidiaba a
los animales y, sobre todo, a aquellos que creían sin fisuras en una vida
posterior. Incluso me empeñaba en tener fe en ella. Sin embargo, siempre
llegaba a la conclusión de que todo lo que existe, incluida yo misma, no tenía
un origen divino sino científico, una causa tan sumamente compleja que el ser
humano, en el estadio que se hallaba de su evolución, era incapaz de descifrar.
Un reportaje elaborado por Informe Semanal sobre el
Bosón de Higgs me hizo retroceder, hace
unos días, a esos miedos pueriles y me mantuvo boquiabierta durante su completa
emisión. Científicos de todo el mundo conviven en un laboratorio de la
Organización Europea de la Investigación Nuclear para comprobar si han aislado
la partícula que explicaría la existencia de masa en el universo. La consideran
la pieza final del rompecabezas que explicaría el segundo previo al Big Bang.
Daría sentido a todos aquellos cuerpos que formamos el universo visible. O, al
menos, algo así entendí… Con la que tenemos encima me vi absolutamente
concentrada, por primera vez en mucho tiempo, en algo que no tenía nada
que ver con mis preocupaciones o
problemas diarios. Y creo que fueron dos factores los que lograron ese efecto.
Una frase de uno de los científicos –al que, por su rostro, directamente decidí
bautizar como la inteligencia personificada-: “mi pensamiento científico no
podía asumir el origen divino del universo pero tampoco podía rebatirlo. Ahora
se abre una puerta para ello”. Y una afirmación de una física que aseguraba que
“el sol desaparecerá, y con él todos nosotros”.
A pesar de que ambas sentencias y el propio
reportaje no sólo me dejaban sin la esperanza de otra vida sino que hacían que
el túnel inmenso de mi existencia se ampliara a la propia ‘Vida’ como concepto absoluto
en un futuro remoto, resultaron ser, en mí, algo especialmente dinamizador a la
vez que tranquilizador. Pensé entonces que el autoconocimiento debe ser para
cada uno de nosotros lo que el Boson de Higgs para los científicos. El pilar,
el elemento fundamental para abrir una puerta a la que, probablemente, seguirán
otras muchas. Detrás de los sucesivos corredores está, para estos genios
asentados en Los Alpes, el origen del universo. Detrás de los sucesivos
corredores está, para cada uno de nosotros, la felicidad. Y no necesitamos ser
físicos ni psicólogos para destripar nuestro ‘yo’.
Me sentí una afortunada por estar a medio camino
entre el inicio de todo y el final. Quizás porque otro de los mensajes clave
del espacio de divulgación fue que no había una razón para que la materia
perdurara frente a la antimateria, “deberían estar destruyéndose una a la otra
de manera permanente”, aseguraba una de las entrevistadas. Cada segundo, cada
pálpito, es un regalo y me sentí obligada a disfrutarlo abriendo puertas,
reconociendo cada una de las partículas de mi carácter, sin obviar ninguna. Girando pomos: el de la aceptación de mis defectos, el de la consciencia de mis
virtudes, el de la lucha contra el miedo, y muchos más, aunque, para mí, lo más
importante es accionar, a diario, el pomo de la coherencia conmigo misma. Para
muchos será absurdo dedicar tantos esfuerzos y dinero, en este momento, a
buscar el origen del Universo. Como para muchos otros resulta inútil buscar la
felicidad. Respetables. Yo, sin embargo, admiro cada día a los que hacen una
cosa y la otra.
Y mientras el sol se va y no, estamos aquí… y lo
mejor es vigilar para que nadie se lleve “la luna debajo del brazo”: http://www.youtube.com/watch?v=6yE-ym9CEFo.
Os dejo con Quique González que tengo algo importante que hacer: seguir
viviendo. "Porque no es la otra vida, es
ésta" (El secreto de tus ojos).
Swift.