sábado, 8 de septiembre de 2012

Tengo recuerdos de niña

Tengo recuerdos de niña que quiero que ellos tengan. Recuerdo largos veranos al sol con helados de colores y siestas interminables. La ilusión de ir a comprar un vestido nuevo con mi madre, cuando lograba acabar el mes con algo de dinero. La expectación de abrir un buzón y reconocer la letra zigzagueante de mi primo en un sobre blanco. Subirme a un taburete para explorar la librería de mi madre. Los viajes en coche a casa de mis tíos del norte, que para mí eran tan heroicos como cruzar Rusia de este a oeste. La satisfacción en el rostro de mis padres cuando las notas decían que era la mejor de la clase. El dinero que me ganaba lavándole el coche a mi tía loly. Recuerdo las tardes haciendo canelones con mi madre y el ritual de introducir el dedo en la bechamel. Los juegos con mi hermana, siempre juntas y siempre tan distintas. Y sus consejos cada vez que la liaba con algún chico, tan inexperta yo en el amor. Recuerdo madrugar los sábados por la mañana para ver a Jessica Flecher en "Se ha escrito un crimen". Los partidos de béisbol con los amigos del barrio y las aventuras en bicicleta. Aquella bicicleta que yo estaba convencida de que podría llevarme a donde yo quisiera.

Tengo recuerdos de niña que no quiero que ellos tengan. Recuerdo ver en la televisión un toro sangriento postrado, de ojos vidriosos y mirada de dolor. Gritos de mi vecina cuando su marido la maltrataba y corría a refugiarse a nuestra casa. También recuerdo la tristeza de las noches sin dormir cuando al alba, mi padre se iba para volver cuando yo fuese seis meses mayor de lo que era. Recuerdo la soledad de mi madre, y yo no saber apoyarla cuando lloraba a escondidas. También recuerdo a gente a la que quería ahogada en alcohol cada día. La tos de mi abuelo, cada vez más insistente, hasta que le mató. Las burlas de un chico cruel cuando le confesé lo que sentía por él. Me hicieron sentir tan minúscula... Y burlas mucho peores: las que vertían hacia mi amiga Begoña cuando la leucemia le arrebató el pelo. Recuerdo rezarle a no saber quién ni por qué, y recitar el padre nuestro de memoria cada mañana al llegar al cole.

Soy lo bueno y lo malo que fui, lo maravilloso y atroz que viví. Soy lo que mantengo en la memoria y lo que olvidé... 

"Cada vez que nos dan clases de amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de ausencia
muñones de porvenir/arrabales de duelo
pero también candores de mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo de otoño
sentimientos insoportablemente actuales
que se niegan a morir allá en lo oscuro

el olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda

en el fondo el olvido es un gran simulacro
nadie sabe ni puede/ aunque quiera/ olvidar
un gran simulacro repleto de fantasmas
esos romeros que peregrinaran por el olvido
como si fuese El Camino de Santiago

el día o la noche en que el olvido estalle
salte en pedazos o crepite/
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrará los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido"


Mario Benedetti, "El gran simulacro"