viernes, 5 de octubre de 2012

Gente anónima

Hay lugares en los que somos más anónimos que en cualquier otro sitio. En un vagón de metro o de tren, por ejemplo. Me fascinan porque en esos espacios nadie tiene nombre, sólo es gente que va y viene de acá para allá. Se corresponden únicamente con paradas o estaciones. En el anonimato son gente que espera, mira el reloj, lee un e-book. Gente que huele mal, que tiene un tic nervioso en la pierna, que lleva un libro de filosofía. Es todo lo que podemos saber de ellos. Hasta que entra en juego la imaginación.

No sé si lo habéis probado, pero imaginarte quién es una persona sin conocerla de nada es extremadamente divertido. A veces juego a eso. Ayer mismo compartí viaje en tren con una chica rubia, muy guapa, que viajaba sola. Estaba recordando algo, y se sonreía sola, ajena a todos nosotros. Pensé que pronto viajaría a Finlandia, para encontrarse con su novio, que tuvo que emigrar cuando le ofrecieron allí un trabajo en una empresa de telecomunicaciones. Ella estaba recordando el mensaje que él le envió la noche anterior, en el que fotografió un billete de avión: un regalo para que se reuniese con él.

También había un chico con rasgos orientales vestido con traje de chaqueta. Estaba muy concentrado, como repasando un discurso. Sólo sé que se bajaba en Nuevos Ministerios, porque se lo comentó a una señora. Pero empecé a divagar y creo que di con la tecla de su destino: trabaja para Samsung, y tiene una importante reunión en España para idear una estrategia para desbancar a Apple. Pese a su juventud, poco a poco se ganó un puesto de responsabilidad en la empresa, y hoy es uno de los máximos exponentes de la misma en Europa.

Lo decepcionante de este juego, es que no tiene solución: nunca le preguntas a la persona en cuestión si es espía como habías apostado o contable en unas grandes superficies. Quizás tampoco quieres romper la magia. La magia de soñar que todo es posible.

Lo que pocas veces pensamos es que nosotros, también nosotros,podemos ser el blanco de la traviesa imaginación de cualquiera en un vagón de tren o de metro, sentados en una cafetería, o corriendo por el parque. Cuando alguien te mira, es posible que esté pensando quién eres detrás de esa fachada, de qué te gustará hablar, si sabes cocinar o si alguien te espera en casa cuando bajes de ese vagón. Quizás a veces hayan pensado que soy una terrorista a Al QAEDA o bailarina de cabaret. O cajera de supermercado, vaya. He podido ser cualquier cosa que me hayan pensado. 

Creo que el anonimato nos seduce. No tener nombre y no se de ningún sitio.
Reconócelo, ¿alguna vez habéis tenido la tentación de mentir cuando alguien te pregunta cómo te llamas y a qué te dedicas?